
En la mente de los discípulos permanece fija una imagen: la cruz. Y ahí ha terminado todo. Ahí se concentraba el final de todo. Pero poco después descubrirían precisamente en la cruz un nuevo inicio. Queridos hermanos y hermanas, la esperanza de Dios brota así, nace y renace en los agujeros negros de nuestras expectativas decepcionadas; y esta, la esperanza verdadera, sin embargo, no decepciona nunca. Pensemos precisamente en la cruz: del terrible instrumento de tortura Dios ha realizado el mayor signo del amor. Ese madero de muerte, convertido en árbol de vida, nos recuerda que los inicios de Dios empiezan a menudo en nuestros finales. Así Él ama obrar maravillas. Hoy, por tanto, miremos al árbol de la cruz para que brote en nosotros la esperanza: esa virtud cotidiana, esa virtud silenciosa, humilde, pero esa virtud que nos mantiene en pie, que nos ayuda a ir adelante. Sin esperanza no se puede vivir. Pensemos: ¿dónde está mi esperanza?
Papa Francisco, Audiencia General,
Miércoles, 5 de abril de 2023